La relación entre los hermanos

En artículos anteriores he estado exponiendo y reflexionando sobre la relación entre la persona ciega y sus padres, ha llegado la hora de abordar la de los hermanos.
Como otros muchos factores o características, el que un miembro de la familia tenga ceguera o discapacidad visual, provoca determinadas repercusiones en la dinámica familiar y en las relaciones entre los miembros, aunque por supuesto ni serán las mismas en todos los casos y será vivido de diferente manera por cada una de las personas involucradas. En este caso, la pregunta se la hice a la persona ciega por lo que nada podemos saber sobre como lo experimentaban o lo sentían los hermanos, así que las afirmaciones y consideraciones vertidas a continuación son las percepciones de la persona con discapacidad visual, y cómo ella ha vivido y ha sentido estas interacciones.

Lo que define estas relaciones en comparación con otras que se dan en el entorno familiar es que, en principio, son simétricas, en contraste con otras, como por ejemplo las de los padres o las de los abuelos, que por su definición son jerárquicas y en las que pesan más, factores como la responsabilidad o la necesidad de cuidado, y por ello es mucho más habitual que aparezca la sobreprotección.

Una característica que las define en oposición a otras relaciones interpersonales que se dan fuera del entorno familiar y que las hace muy interesantes, es que los hermanos conviven con alguien con discapacidad visual desde la infancia y por eso construyen la imagen de la persona con todas sus características, sus comportamientos, sus pensamientos, por eso es más probable que la ceguera pierda peso en la evaluación global y simplemente pase a ser una característica más. Este aspecto es comentado por varios de los entrevistados, reconociéndolo como un aspecto positivo y que provoca en muchas ocasiones una percepción y sentimientos de complicidad, apoyo y ayuda.

Sin embargo, sí que hay factores que determinan las diferencias entre los entrevistados, algunos de ellos son: el número de hermanos, si son más mayores o más pequeños que la persona ciega y fundamentalmente la propia actitud que presentan los padres, pues definitivamente esto marcará en gran medida lo que los padres pidan o esperan de los hijos, como influyen en sus comportamientos y actitudes.

Si los padres son muy protectores, influirán en los otros hijos a los que seguramente les pedirán que también ellos lo sean con el hermano que tiene discapacidad visual, esto será más acentuado si la persona ciega es más pequeña, si los otros son del género femenino y se llevan bastante edad, estando entonces más naturalizada esta actitud. Por ejemplo, una entrevistada afirmaba que su hermana mayor había sido como una segunda madre para ella. Otra comenta que sus hermanos la ayudaban, la cuidaban a distancia y jugaban. Un hombre comentaba que había sido muy protegido por sus hermanas, sobre todo después de la muerte de su madre. Otra mujer reconocía que sus hermanos la querían mucho, la protegían porque no querían que le pasase nada y aunque lo hacían con buena intención posteriormente le ha fastidiado en la autonomía que no ha podido lograr. Una mujer, que se encuentra en la treintena, todavía con tristeza, contaba: “Mis hermanas al principio también me sobreprotegían, pero con el tiempo se fueron dando cuenta que podía hacer las cosas como las otras personas, esto fue sobre todo cuando fui al internado y porque ya éramos más mayores. Pero era complicado, la familia te quiere ayudar, y poco a poco tu tienes que ir estableciendo los límites de hasta donde quieres que te ayuden, cuando iba a casa en vacaciones o en los puentes solía retroceder en lo conseguido”.

La persona con discapacidad visual, en general, suele encontrarse con problemas a la hora de relacionarse con otras personas fuera del entorno familiar, y en este punto los hermanos pueden jugar un papel importante, sobre todo si están en una edad parecida. En este sentido una mujer me decía que tenía la sensación de que había abusado de su hermana y que, durante la adolescencia, aunque la invitaba a salir con ella le decía que no para autocastigarse, aunque también reconocía que su hermana, por el contrario, no tiene esta percepción. Un hombre me comentaba que sus padres le decían a su hermana que se lo llevase por ahí y que tuviese cuidado de él, a pesar de estar en una edad parecida, pues preferían que estuviese con ella antes que con gente desconocida y que esto suponía una presión para la hermana.

Las personas que han perdido la visión, ya de adultos, perciben que los hermanos han cambiado algunos de sus comportamientos, están más pendientes, ofrecen ayuda, a veces instigados por los padres. Pero no valoran esta cuestión como un aspecto negativo, más bien lo comprenden y lo reconocen como una expresión de cuidado y de cariño. Incluso les da seguridad y ponen de manifiesto las dificultades que pueden encontrar. Si en algún momento les parece excesivo se buscan sus estrategias para burlar ese exceso de atención. Una mujer que luchaba por su autonomía al quedarse ciega se encontraba con el freno de su madre y reconocía que fue su hermana la que la comprendió y apoyó para vencer ese gran escollo cuando decidió irse a otra ciudad a estudiar.

Otro tema sobre el que indagué era si creían que los padres hacían diferencias a la hora de tratar a los hermanos y de nuevo encontramos diferentes maneras de verlo y de vivirlo. Un chico que tenía una hermana más pequeña comentaba: «Ella tenía algo de celos porque me prestaban más atención a mí, me ayudaban en alguna cosa y ella también quería». Sin embargo, otra decía: «los implicaban a ellos, por ejemplo, si me tenían que leer algo, yo creo que no les importaba porque después yo podía hacer otras cosas». Un chico que perdió la visión por una enfermedad en la adolescencia reflexionaba: «Mi hermana era más pequeña, lo pasó al principio muy mal, se le hizo muy grande el tema, mis padres se volcaban mucho conmigo y le pedían responsabilidad cuando no le correspondía, tuvo que madurar, ahora es diferente». Otra mujer, de unos 40 años, comentaba: «Mis padres sabían que mi hermana no tenía la culpa, no le han hecho que saliese conmigo, siempre ha tenido sus amigos, ella salía y yo no, nunca le han insinuado llévatela. Pero la han comparado conmigo, y aunque ahora está mejor, siempre se siente cuestionada, a día de hoy mi tema le toca las narices, le cuesta entender y sigue saltando con cosas cómo: ¿es que no lo puede hacer sola?». Un hombre que ya ha cumplido los 60 y que tiene otra hermana ciega, me decía: «Sí había diferencia, mis padres consideraron que necesitábamos protección y que mis hermanos debían de dárnosla, el mayor se rebelaba alguna vez, pero no mucho». Otra con muchos hermanos, reconocía, que sabía que si necesitaba ir a algún sitio siempre habría alguien que la acompañaría y que incluso cuando quería hacer algún trabajo en casa, otro le quitaba la idea y lo hacía por ella. Un chico que se encuentra en los 30 contaba: “Empecé a notarlo cuando quería salir o ir a casa de algún amigo, con mi hermana no había ningún problema porque ella veía. Al final me acostumbré, convives con esas cosas y no me daba cuenta de las diferencias, me parecía normal. Hasta que conoces a otras personas ciegas, ves que van a casa de uno y de otro y tú no”.

Pero también hay personas que creen que sus padres no hacían diferencias, son más jóvenes, están entre los 20 o 30 años: «yo soy la pequeña, primero intento hacer las cosas, si no puedo pido ayuda», decía una mujer, otra afirmaba que, aunque tenía una hermana de su edad, se llevaba mejor con otro más pequeño porque les unía la afición por los juegos y era a él al que le pedía ayuda y con el que hacía las trastadas. Un hombre afirmaba que los trataban a todos igual, quizá a él con algo más de protección, pero por ser el más pequeño. Otro comentaba: “No había diferencia, cuando perdí la visión había cosas que a mí no me mandaban hacer, pero se trataba con normalidad, lo que podía lo hacía como los demás”.

Incluso hubo algunas personas que veían discrepancias entre miembros de la familia: “Mi madre quería que fuese igual que mis hermanos, pero mi padre más proteccionista, afortunadamente solía ganar mi madre”, decía un hombre. Otro, curiosamente comentaba: “Mi madre me trató de una forma más natural que mis hermanas”’

Pero, aunque los padres no hagan esta diferencia, la propia persona ciega puede comparar las circunstancias y vivirlo negativamente. Por ejemplo, una mujer relataba: «Yo no tenía bicicleta, mis hermanos me llevaban en el portabultos, me daba rabia que ellos hicieran cosas que yo no podía hacer, que yo tuviese que ir al internado y ellos se quedasen en casa». Otra contaba: “Me molestaba que mi hermana viese la pantera rosa porque era muy visual y aunque me lo explicase yo no lo entendía, me aburría”. Un chico recordaba que cuando era adolescente si su hermano pedía un café a su madre, se lo hacía, sin embargo, a él le decía que se lo hiciese él mismo, después entendió que él necesitaba aprender a hacérselo. Por el contrario, otra recordaba que a veces vivía esa diferencia de forma positiva, cuando le tenían que comprar cosas para ir al internado y esto a ella, incluso, le parecía bien.

En conclusión, parece que la relación entre hermanos tiene características que la hacen interesante y relevante para las personas implicadas. En principio es una relación simétrica, además los miembros conviven desde el principio y de una forma natural e intensa, por lo que la ceguera o discapacidad visual podría pasar a ser una característica más de la persona. Por tanto, sería una gran oportunidad para que se diesen comportamientos de comprensión y colaboración, basados en el conocimiento mutuo. No obstante, parece que tiene un gran peso las actitudes de los padres y como ello influye en el papel que asumen los hijos. Pero definitivamente, lo fundamental es como lo percibe y lo experimenta cada persona y a partir de esas experiencias como se actúa, se vive e incluso se recuerda todo ello.